Santa Cecilia, virgen y mártir
Miércoles de la XXXIII Semana del T.O.
Paralelo
al relato evangélico de Mateo que proclamamos el domingo, hoy nos encontramos
con este texto de Lucas. Recibidos los dones, cada uno de nosotros tiene la
responsabilidad de contribuir a la llegada del reino de Dios aportando lo mejor
de nosotros. Los dones recibidos no son para enriquecimiento personal, se ponen
al servicio de la construcción de un mundo más justo y humano. Es fácil
pronunciar palabras sobre el reino de Dios, pero es difícil comprometerse con
su construcción.
Reza Laudes en tu dispositivo
Reza Vísperas en tu dispositivo
Lc 19,11-28
En
aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos
pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo,
pues:
«Un
hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y
volver después.
Llamó
a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles:
"Negociad
mientras vuelvo".
Pero
sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
"No
queremos que este llegue a reinar sobre nosotros".
Cuando
regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos
a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El
primero se presentó y dijo:
"Señor,
tu mina ha producido diez".
Él
le dijo:
"Muy
bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de
diez ciudades".
El
segundo llegó y dijo:
"Tu
mina, señor, ha rendido cinco".
A
ese le dijo también:
"Pues
toma tú el mando de cinco ciudades".
El
otro llegó y dijo:
"Señor,
aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo,
pues eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo
que no has sembrado".
Él
le dijo:
"Por
tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo
que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi
dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses".
Entonces
dijo a los presentes:
"Quitadle
a este la mina y dádsela al que tiene diez minas".
Le
dijeron:
"Señor,
ya tiene diez minas".
"Os
digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que
tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar
sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia"».
Dicho
esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.