Miércoles de la XXXI Semana del T.O.
Quizá no cruzamos el umbral de nuestras seguridades porque estamos a gusto y protegidos en el interior de nuestra rutinaria vida de fe. En las sacristías, en los grupos parroquiales o en las asociaciones de fieles. O quizá en nuestras parroquias o en nuestras celebraciones… Pero el Señor nos pide que salgamos de nuestras seguridades, que juguemos a la intemperie, con la confianza puesta en él. Sin más mochila que el evangelio.
Lc 14,25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
"Este hombre empezó a construir y no pudo acabar".
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario