Martes de la XXXI Semana del T.O.
Ya hace algún tiempo que el papa Francisco repite la expresión Iglesia en salida. No se refiere al inicio de una carrera, pero sí a la necesidad imperante de hacer que el evangelio llegue a todos los rincones, a todos los hombres y mujeres, porque es universal. Y es que la Iglesia lleva algunos siglos replegada sobre sí misma. Pero debe salir a los caminos, donde están los alejados. Allí está la misión, un poquito más afuera de las puertas de sacristías, templos y salones parroquiales.
Lc 14,15-24
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús:
«¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!».
Jesús le contestó:
«Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados:
“Venid, que ya está preparado”.
Pero todos a una empezaron a excusarse.
El primero le dijo:
“He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”.
Otro dijo:
“He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”.
Otro dijo:
“Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”.
El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado:
“Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”.
El criado dijo:
“Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”.
Entonces el señor dijo al criado:
“Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa.
Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».
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