Lunes de la XXXII Semana del T.O.
A
los seres humanos nos cuesta perdonar. La ofensa que recibimos clama, muchas
veces, venganza. Pero todos sabemos que el rencor no enriquece, sino que
envilece aún más y destruye por dentro a todos. Pero si no hay experiencia del
perdón sincero es difícil que seamos capaces de perdonar a los demás. El amor
misericordioso de Dios es motivo suficiente para perdonar, siempre que lo
hayamos experimentado.
Lc 17,1-6
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Es
imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca!
Al
que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello
una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.
Si
tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende
siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: "Me
arrepiento", lo perdonarás».
Los
apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos
la fe».
El
Señor dijo:
«Si
tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate
de raíz y plántate en el mar", y os obedecería».
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