San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia
Miércoles de la XXXII Semana del T.O.
Si ayer el Señor nos recomendaba cumplir con nuestra responsabilidad y asumir los compromisos adquiridos, hoy el evangelio nos pone ante el espejo del agradecimiento. No para que busquemos en los otros que nos agradezcan nuestras buenas acciones y nuestros gestos. Sino para recordarnos que nosotros seamos agradecidos por sentirnos agraciados. Hemos recibido de Dios el maravilloso regalo de la vida y de la fe, pero ¿somos de los que se fueron y no volvieron o como el que se volvió agradecido?
Lc 17,11-19
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
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