Martes de la XI Semana del Tiempo Ordinario
La tradición judía había puesto límites a la acción del hombre y al compromiso de la fe. Es cierto que en la época del destierro su identidad estuvo en peligro y ante la posibilidad de desaparecer se radicalizaron sus principios y valores. Pero la voluntad de Dios es superar ese delicado momento después de 500 años y emprender el camino de una nueva alianza, un nuevo pacto que supere al anterior porque este se va a cimentar en el amor y no en la superviviencia.
Mt 5,43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo".
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
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