Miércoles de la XII Semana del T.O.
Es fácil juzgar a los demás por
las apariencias. Nuestra sociedad lo hace con demasiada facilidad. Y ello
conlleva que nos cuidemos muy mucho de la imagen que proyectamos de nosotros a
los demás. No queremos que el concepto que nos hemos construido de nosotros
mismos se vea trastocado por la opinión de los demás. Por eso es tan difícil
distinguir a los buenos de los malos profetas. Pero los hijos de la luz
irradian a su alrededor. ¿O se nos ha olvidado?
Mt 7,15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Cuidado con los profetas falsos;
se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis.
¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol
sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no
puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no
da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los
conoceréis».
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