XX Domingo del T.O.
La comunión con el Señor es la
condición propia del discípulo. La Comunión es un vínculo personal tan intenso
que hace que todo lo demás tenga sentido. La comunión se produce desde el amor.
Pero da frutos de amor. Da sentido a nuestra vida entera y nos empuja a la
misión, que no es nuestra, sino del mismo Jesucristo.
Jn 6,51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
judíos:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es
mi carne por la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer
su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si
no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y
mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi
sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha
enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por
mí.
Este es el pan que ha bajado del
cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come
este pan vivirá para siempre».
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