III Domingo de Adviento
Esperamos
y esperamos, pero nuestras expectativas no siempre se corresponden con la realidad.
El resto de Israel esperaba la llegada del Mesías anunciado por los profetas
desde mucho tiempo atrás. Sin embargo el tipo de Mesías que Jesús representa no
se corresponde con las expectativas creadas en el pueblo. Y nosotros, ¿qué Dios
estamos esperando? ¿El de la lotería o el del corazón?
Mt 11,2-11
En
aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó
a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos
que esperar a otro?» Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis
viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan
limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les
anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al
irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a
contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a
ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los
palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más
que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante
de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de
mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino
de los cielos es más grande que él.»
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