Jueves de la XIII Semana del Tiempo Ordinario
El judaísmo oficial ponía en relación de causalidad el pecado de los antepasados con las enfermedades y los males de sus descendientes. Jesús rompe esa relación. La enfermedad es una realidad intrínseca a la humanidad. El pecado es la falta de amor que acaba siendo un mal en el interior del ser humano. Por eso la acción de Jesús pone de potestad sanadora.
Mt 9,1-8
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
«¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron:
«Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
«¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -entonces dice al paralítico-: "Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa"».
Se puso en pie y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
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