La transfiguración del Señor
XVIII Domingo del
Tiempo Ordinario
Por si había alguna duda, Jesús confirma a Pedro y
Santiago en la montaña, lugar de revelación de Dios, en un encuentro íntimo,
quién es. Así es como Dios sigue también dándose a conocer. En el encuentro
íntimo con él, a través de la escucha de su palabra y la oración. ¿A qué
podemos temer?
Mt 17,1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y
a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía
como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
De repente se les aparecieron Moisés y Elias conversando
con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré
tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elias».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los
cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco.
Escuchadlo».
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de
espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
«Levantaos, no temáis».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús,
solo.
Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos».
No hay comentarios:
Publicar un comentario