San Alfonso María de Ligorio, Obispo y doctor
Martes de la XVII Semana
del Tiempo Ordinario
El discípulo no es un hombre que pasa por el mundo entre
las tinieblas. El discípulo aporta a su alrededor sabor y luz. Es fuente de
crecimiento y desarrollo para la sociedad. Por eso el cristiano es testigo de
la revolución que el Evangelio trae a la humanidad. ¿Qué aportamos nosotros a
nuestro entorno de novedoso y humanizante?
Mt 5,13-19:
Vosotros sois la luz del mundo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se
vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del
celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean
vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.
No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no
he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra
que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos
importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el
reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de
los cielos».
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