El martirio de Juan Bautista
Martes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario
Juan Bautista no solo es quien
precede a Jesucristo. Su misión profética le conduce a enfrentarse al poder
omnipresente de Herodes y al odio de su esposa. El profeta, fiel a Dios, actúa
en coherencia y su coherencia lo acaba llevando a la muerte.
Mc 6,17-29
En aquel tiempo, Herodes había
mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se
había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no
le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y
quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que
era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo,
aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes,
por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente
principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y
danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo
daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque
sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda
prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en
una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero
por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno
de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel,
trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la
entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos
fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.
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