San Fernando
Jueves VIII Semana del Tiempo Ordinario
Bartimeo clama al Señor por su ceguera, desea ver y es escuchado. Hay demasiado ruido a su alrededor. Hay quienes incluso le increpan… Aun así no se rinde e insiste en salir de su exclusión. Jesús escucha y atiende la necesidad. Hoy sigue habiendo Bartimeos, personas cuya ceguera los aparta del grupo. Pero también sigue habiendo quienes increpan para ahogar los gritos de los ciegos (o de aquellos a quienes llamamos ciegos, pero cuya ceguera la causan otros). Dios ama a todos, pero siente una predilección especial por quienes son apartados. Él los acerca, los acoge y les devuelve la dignidad. Y cuando te sientes dignificado te conviertes en testigo.
Mc 10,46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».
El ciego le contestó:
«"Rabbuní", que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
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