San José obrero
Miércoles de la V Semana Pascua
En no pocas ocasiones nos
atribuimos los éxitos de nuestras acciones pastorales. Sentimos que los frutos
de nuestra misión son consecuencia directa de nuestros actos y olvidamos, por
momentos, que en la vida de la fe el Espíritu Santo actúa suscitando, abriendo
los sentidos, disponiendo el corazón para acoger la palabra del testigo. No
tiene sentido nuestra tarea si no está vinculada a la persona de Jesucristo y a
su mensaje.
Jn 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi
Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a
todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la
palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar
fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque
sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el
sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre,
con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
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