San Isidro Labrador
Miércoles de la VII Semana Pascua
La fe es un don personal, pero que se vive en una dimensión comunitaria. La vida de fe no se vive al margen de la comunidad eclesial. Desde el principio, la comunidad cristiana fue consciente de que en ella todos los dones del espíritu cabían y en ella se expresaban con absoluta autenticidad. Pero la diversidad de dones que se manifestaba en la comunidad se asentaba en la unidad de la vida de comunión de amor que la iglesia encarnaba a diario.
Jn 17,11b-19
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
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