VI Domingo de Pascua
Nada es más fuerte que el amor. Seguramente muchos pensarán que nada tiene que hacer el amor frente al enorme poder del dios mercado, de la acumulación de riquezas o de las terribles armas de destrucción que los hombres hemos creado para favorecer nuestra propia autodestrucción. Pero no nos engañemos. Esos poderes pueden destruir, pero nunca pueden dar vida, regenerar o crear nuevos puentes y horizontes. Solo el amor es capaz de generar esa fuerza constructiva que desde lo más pequeño puede llevar a provocar un nuevo orden. Así es el amor que Dios nos tiene. Así es el verdadero amor, reflejo de lo mucho que Dios nos ama.
Jn 15,9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
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