sábado, 1 de diciembre de 2018

¡Despertad! es la hora de encender todas las luces...


Adviento es el tiempo litúrgico que precede a la celebración del misterio del nacimiento de Jesús. Dura cuatro domingos con sus respectivas semanas, comenzando el cuarto domingo anterior al 25 de diciembre. Durante este tiempo, la Iglesia se prepara para recibir al Señor.
Algunos personajes bíblicos son esenciales para entender y vivir con mayor intensidad esta preparación. El profeta Isaías, Juan Bautista y María son modelos de vida asentada en la esperanza en el Mesías. Pero además su espera fue activa. Por eso su vida y sus acciones nos ayudan a profundizar en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios.
Durante este tiempo la Iglesia nos propone que estemos alertas y atentos. Un cristiano que no esté atento a lo que ocurre a su alrededor y a la voz de Dios que clama en los más necesitados, es un cristiano que ha perdido la sensibilidad.

La Iglesia nos propone
que nos dispongamos a recibir al Mesías. Como toda celebración importante de nuestra vida, esta requiere la preparación necesaria. Pero esta preparación exige una revisión interior profunda. Preparemos, pues, el corazón para recibir a Dios.
Cuando somos conscientes de esta realidad, cuando recuperamos la sensibilidad del corazón en cada uno de los milímetros de nuestra piel, entonces recuperamos la alegría interna, la que nos completa, la que nos hace felices de verdad. Esa que no se sustituye por ningún objeto material, por deseado que este sea. Y esa alegría se contagia, se comparte. Se nota cuando los cristianos peregrinan alegres o cuando deambulan cabizbajos.
La esperanza se hace real a las puertas de la Navidad. María nos acerca más al misterio de la encarnación. Desde la incertidumbre, el miedo y la incomprensión inicial, María convirtió todo ello en certeza a la luz de la fe, meditando todas estas cosas en su corazón, con una intimidad exquisita con Dios. Es la fe lo que nos proyecta a un horizonte de sentido radicalmente nuevo. Ese horizonte transforma los cimientos de nuestra vida. No cabe la desigualdad en este nuevo orden. Por eso el Adviento se convierte en un momento especialmente solidario como antesala de una existencia siempre vivida desde la Caridad.
Amigos, ¡comenzamos el Adviento!

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