No hay duda de que es más lo que nos une que lo que nos separa. La fuerza,
el motor, lo que compartimos, es mucho mayor que los obstáculos que cada uno de
nosotros ponemos. Reflexionemos. ¿Qué es lo que nos separa? ¿El egoísmo? ¿el
deseo de imponer unos criterios a otros? ¿las “tradiciones” superficiales? ¿…?
La grandeza de Dios es su donación a los hombres por amor. Eso es lo que nos
une, el amor. ¿Si estamos separados, será porque no nos amamos?
Jn 17,20-26
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo:
- Padre santo: no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en
mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo
en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de
modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado
a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo
estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas antes de la
fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han
conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu
Nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en
ellos.
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