Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote
El sacerdocio de Jesús es el
modelo de pastor de la Iglesia. El Sumo y Eterno Sacerdote no solo intercede
por todos los que le han sido encargados, sino que se compromete plenamente en
la misión. Él mismo es la misión. Por eso decimos que ese sacerdocio es el más
genuino y eterno en el tiempo. Hoy nos acordamos de todos los sacerdotes… damos
gracias por ellos y pedimos a Dios por su misión.
Jn 17,1-2.9.14-26
Jesús, levantando los ojos al
cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo
te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la
vida eterna a todos los que le has dado.
Te ruego por ellos; no ruego por
el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Yo les he dado tu
palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu
palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, así
yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que
también ellos sean santificados en la verdad.
No solo por ellos ruego, sino
también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean
uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú
me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí,
para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has
enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los
que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me
diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el
mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me
enviaste.
Les he dado a conocer y les daré
a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en
ellos».
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