Más allá de la casuística
exhaustiva del siglo I, de la tradición legalista judía, Jesús da un sentido
nuevo y más profundo a la ley. No se trata solo del cumplimiento o no de la
norma, sino de la intencionalidad. Y la intención reside en el interior del ser
humano. Ahí es donde debe actuar la verdadera transformación a la que mueve la
fe.
Mt 5,27-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
-Habéis oído el mandamiento «no
cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada
deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer,
sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro, que ser echado entero en el
Abismo.
Si tu mano derecha te hace caer,
córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro, que ir a parar entero
al Abismo.
Está mandado: «El que se divorcie
de su mujer, que le dé acta de repudio».
Pues yo os digo: el que se
divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio,
y el que se case con la divorciada comete adulterio.
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