Santa Catalina de Siena. Miércoles de la III Semana de Pascua
Pienso en estos días en cuántas
personas están cansadas y agobiadas por lo que este virus ha roto de nuestra
vida más o menos establecida. Esto nos ha obligado a salir de nuestra zona de
confort. A reinventarnos. A mirarnos en el espejo y reencontrarnos. Pero
también a ponernos al lado de quien sufre. Y sufrimos soledad, dolor,
separación, ruptura, pérdida, etc… sinsentidos que no acabamos de encajar en
nuestras vidas. Ahí está el Resucitado diciéndonos que acudamos a él…
Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, tomó la palabra
Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de
cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido
bien.
Todo me ha sido entregado por mi
Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el
Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis
cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
No hay comentarios:
Publicar un comentario