San Francisco de Paula. Jueves de la V Semana de Cuaresma
La tensión que Jesús tiene con el
judaísmo va creciendo. Los judíos no acaban de entender el mesianismo de Jesús
y su posición es de un rechazo frontal, que poco a poco se acerca a un desenlace
trágico. Quizá nosotros tengamos la tentación de querer construir un Mesías a
nuestra manera, pero alejado de la verdad.
Juan 8,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
judíos:
«En verdad, en verdad os digo:
quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás
endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien
guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que
nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te
tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo,
mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros
decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y
si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero
yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo
pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta
años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo:
antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para
tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
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