Viernes de la X Semana del Tiempo Ordinario
Siglos antes de la encarnación de Jesús, el judaísmo basó gran parte de su identidad en conductas morales rigurosamente establecidas. De tal forma que se crea un cuadro legal que ata a los seguidores hasta el más mínimo detalle. Jesucristo no se encierra en el cumplimiento de los preceptos, sino que ahonda en el verdadero y genuino significado de la norma. Lo que de verdad importa es lo que brota del corazón del hombre… ahí es donde radica la verdadera ley.
Mateo 5, 27-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo “No cometerás adulterio”. Pues yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”.
Pues yo os digo que si uno repudia a su mujer - no hablo de unión ilegítima - la induce a cometer adulterio, y el que se case con la repudiada comete adulterio».
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