IV Domingo del Tiempo Ordinario
No parece un mensaje fácil de actualizar en el momento que
vivimos, en el que el éxito vital se mide en cantidad de “me gusta”. Lejos de este
estilo vital parece la propuesta del Dios de Jesucristo. Lo que sí parece claro
es que mientras la propuesta de Jesús parece llenar el corazón, la propuesta
del momento actual parece no saciarnos nunca.
Mt 5,1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte,
se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba
diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la
justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan
y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo».
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