II Domingo del Tiempo Ordinario
El bautismo de Juan llama a la conversión, pero no quita
los pecados. En Jesús radica la novedad, él no recuerda el pecado, él lo
limpia, sana y renueva al ser humano en su profundidad. Es el verdadero Cordero
de Dios.
Jn 1,29-34
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él,
exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo. Este es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que
está por delante de mí, porque existía antes que yo". Yo no lo conocía,
pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una
paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar
con agua me dijo: "Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse
sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo". Y yo lo he visto y he
dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
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