III Domingo del Tiempo Ordinario
Es significativo que la misión de Jesús se iniciase en
Galilea. Una tierra de conquistas, pero también de gentiles, de desesperanza y
desventura para Israel. Pero precisamente allí prende la llama y se enciende la
Luz. También hoy, donde menos te lo esperas Dios sigue soplando y haciéndose
presente. No es que se nos antoje una sorpresa, sino que seguimos esperando
allí donde Dios no se rebela. El amor de Dios siembre donde más se necesita. ¿Aún
no lo hemos entendido?
Mt 4,12-17
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se
retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en
el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio
del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
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