Viernes de la XXVII Semana del T.O.
En
ocasiones no identificamos bien las amenazas. Nos damos fácilmente a la
complacencia y vemos a los enemigos de la fe ahí afuera, lejos de nuestras
fronteras eclesiales. Pero quizá es nuestro débil interior el que nos engaña.
Tentar desde lo que tantas veces el papa Francisco ha criticado, aquellos que
en grupos murmuran…
Lc 11,15-26
En
aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos de entre la
multitud dijeron:
«Por
arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros,
para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus
pensamientos, les dijo:
«Todo
reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues,
también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino?
Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si
yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de
quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo
los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a
vosotros.
Cuando
un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros,
pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se
fiaba y reparte su botín.
El
que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.
Cuando
el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando
un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice:
"Volveré
a mi casa de donde salí".
Al
volver se la encuentra barrida y arreglada.
Entonces
va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí.
Y
el final de aquel hombre resulta peor que el principio».
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