Viernes de la II Semana de Adviento
Ciertamente
los seres humanos somos inconformistas, insatisfechos y nada parece
completarnos. Todo es objeto de nuestra discusión y de nuestro reproche. Somos
exigentes en el juicio que realizamos sobre los demás y benévolos cuando se nos
somete a juicio. Y así encajamos también la obra de Dios en nosotros. Queremos
manejar a Dios, hacer que haga y diga lo que a nosotros nos interesa. Hacer de
Él un títere de nuestro antojo. Pero no, la sabiduría de Dios ha quedado
acreditada con obras. ¿somos capaces de verlo?
Mt 11,16-19
En
aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«¿A
quién compararé esta generación?
Se
asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo:
"Hemos
tocado la flauta, y no habéis bailado;
hemos
entonado lamentaciones, y no habéis llorado".
Porque
vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio". Vino
el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y
borracho, amigo de publicanos y pecadores".
Pero
la sabiduría se ha acreditado por sus obras».
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