San Nicolás, obispo
Miércoles de la I Semana de Adviento
Después
de varios días con el Señor, él siente compasión porque sus seguidores tienen
hambre. El verdadero rostro del Dios de Jesucristo es este. Un Dios cercano,
que siente la angustia de los hombres, que se compadece y tiene soluciones a sus
problemas. No es un Dios lejano y ausente, sino hecho carne en medio de
nosotros. El Adviento es el camino para reconocerlo e identificarnos con él,
para ir disponiendo nuestro corazón y reconocer a Jesucristo, Señor de la
historia, como los discípulos de Emaús al partir el pan.
Mt 15,29-37
En
aquel tiempo, Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en
él.
Acudió
a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos
otros; los ponían a sus pies y él los curaba.
La
gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los
tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús
llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento
compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué
comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el
camino».
Los
discípulos le dijeron:
«¿De
dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta
gente?».
Jesús
les dijo:
«¿Cuántos
panes tenéis?».
Ellos
contestaron:
«Siete
y algunos peces».
Él
mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces,
pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y
los discípulos a la gente.
Comieron
todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario