San Gregorio Magno, papa y doctor
Martes de la XXII Semana del T.O.
El domingo escuchábamos cómo la
Palabra de Dios estaba por encima de las normas y tradiciones humanas. Dios
quiere para el hombre todo lo bueno, mientras las normas de los hombres nos
atan y esclavizan dejando a un lado la voluntad de Dios de darse a los otros en
el cuidado de aquellos que no tienen las mismas oportunidades. Hoy escuchamos
cómo la misma Palabra de Dios tiene autoridad porque no es solo palabra, se hace
realidad. Es palabra que encuentra respuesta concreta en su cumplimiento. Eso
es lo que la dota de autoridad.
Lc 4,31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a
Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
Se quedaban asombrados de su
enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.
Había en la sinagoga un hombre
poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz:
«¡Basta! ¿Qué tenemos que ver
nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién
eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús le increpó diciendo:
«¡Cállate y sal de él!».
Entonces el demonio, tirando al
hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño.
Quedaron todos asombrados y
comentaban entre sí:
«¿Qué clase de palabra es esta?
Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen».
Y su fama se difundía por todos
los lugares de la comarca.
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