San Simón y San Judas
Lunes de la XXX Semana del T.O.
Antes de cada acto relevante, el
mismo Jesucristo pasa un tiempo en oración, en diálogo con el Padre porque va a
hacer algo importante. Nosotros también lo hacemos, porque la existencia del
discípulo está íntimamente ligada a Dios y porque entendemos que el sentido de
todo lo que hacemos y decimos está vinculado a él.
Lc 6,12-19
En aquellos días, Jesús salió al
monte a orar y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus
discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles:
Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el
Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Después de bajar con ellos, se
paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre
del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de
Sidón.
Venían a oírlo y a que los curara
de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados,
y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los
curaba a todos.
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