Santa Lucía, virgen y mártir
Viernes de la III Semana de Adviento
La espera del Señor se ha
convertido en algo difícil de vislumbrar y discernir para muchos
contemporáneos. Los anuncios de su llegada se entremezclan con los anuncios y
llamadas al consumo; con las excentricidades de quienes pretenden hacer de las
luces navideñas un negocio; con las aglomeraciones y las colas para obsequiar
el afecto con lo material… Y que conste que hay elementos de esta navidad
superflua que ayudan a alegrar la esperanza, pero la Luz que esperamos los
cristianos es otra. Es la que ilumina nuestro interior para ser portadores de
luz a los demás, no de lucecitas. Adviento es también tiempo de discernir la
Luz entre las luces.
Mt 11,16-19
En aquel tiempo, dijo Jesús al
gentío:
«¿A quién compararé esta
generación?
Se asemeja a unos niños sentados
en la plaza, que gritan diciendo:
"Hemos tocado la flauta, y
no habéis bailado;
hemos entonado lamentaciones, y
no habéis llorado".
Porque vino Juan, que ni comía ni
bebía, y dicen: "Tiene un demonio". Vino el Hijo del hombre, que come
y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos
y pecadores".
Pero la sabiduría se ha
acreditado por sus obras».
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