Lunes de la I Semana de Adviento
El camino no está garantizado
para nadie. Puede que nos hayamos creído mejores que los demás, que aquellos
que dudan, que pasan por el desasosiego de la incertidumbre. Puede que por eso
nos hemos sentido mejores que los demás. Pero Dios llama a todos, a todos los
hombres, independientemente de sus raíces, de su cultura y de sus costumbres.
Dios no es patrimonio de nadie. Y malo si nosotros cerramos las puertas a
aquellos que quieren entrar y que han sido agraciados con el don de la fe.
Mt 8,5-11
En aquel tiempo, al entrar Jesús
en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado
que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que
entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano.
Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le
digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi
criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y
dijo a los que lo seguían:
«En verdad os digo que en Israel
no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y
occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
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