I Domingo de Adviento
En breve llega el Señor. ¿Y cómo
lo notaremos? Quizá por las luces, el ambiente de fiesta, los excesos de
alegría, el envío masivo de mensajes felicitantes, la aparente alegría
desbordante, … Pero si es por todo eso ya está aquí. El viernes la calle
desbordaba de gente, y parecían alegres. Llevaban bolsas y bolsas y las luces
se encendieron de manera espectacular en muchas ciudades. Quizá esperaban a
otro dios, el del dinero, ese que llaman mercado. Los hombres hemos ligado la
alegría al consumo, bueno, o eso es lo que algunos han pretendido. Pero el Dios
de Jesucristo no viene así. No, él da luz a los demás, el llena el corazón, no
las bolsas. A ese es al que esperamos. Prepara el camino de tu corazón.
Lc 21,25-28.34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna
y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el
estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la
ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo
serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre
venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto,
levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea
que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de
la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo
sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo
tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y
manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
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