Miércoles de la II Semana de Adviento
Es cierto que la rutina de nuestra vida nos conduce a estrés y agobios. Es cierto que somos nosotros los que construimos una vida tan ajetreada, sometida a un ritmo tan frenético que nos inquietan las prisas. Pero es cierto, también, que lejos de la presencia de Jesucristo el agobio es mayor. Cuando dejamos a un lado la serenidad y la seguridad de la fe nos comen los problemas de la vida. No los encajamos igual. Adviento es la oportunidad de regresar al regazo del Señor, de encontrar la paz y adecuar nuestro corazón para que su venida llene nuestra existencia.
Mt 11,28-30
En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
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