Presentación de la Santísima Virgen
Cada uno de
nosotros hemos recibido unos dones y es nuestra responsabilidad que fructifiquen.
Hacer que los dones recibidos se multipliquen supone ponerlos al servicio de la
comunidad. ¡Cuántas veces ponernos a nuestro propio servicio los dones
recibidos! ¡Cuántas veces el miedo nos paraliza! ¡Cuántas veces el egoísmo y la
pereza condenan a nuestros dones al propio ahogamiento! Ha llegado el momento
de revisar los dones recibidos y la generosidad con que los gestionamos.
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Lucas 19,
11-28
En aquel
tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban
que el reino de Dios iba a manifestase enseguida. Dijo, pues: Un hombre noble
se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles: Negociad
mientras vuelvo.
Pero sus
conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo: No
queremos que este llegue a reinar sobre nosotros.
Cuando
regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos
a quien había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero
se presentó y dijo: Señor, tu mina ha producido diez.
Él le dijo: Muy
bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de
diez ciudades.
El segundo
llegó y dijo: Tu mina, señor, ha rendido cinco.
A ese le
dijo también: Pues toma tú el mando de cinco ciudades.
El otro
llegó y dijo: Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo,
porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente, que retiras lo que no has
depositado y siegas lo que no has sembrado.
Él le dijo: Por
tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo
que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi
dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.
Entonces
dijo a los presentes: Quitadle a este la mina y dádsela al que tiene diez minas.
Le dijeron: Señor,
si ya tiene diez minas.
Os digo: al
que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y
en cuanto a esos enemigos míos, que no me querían que llegase a reinar sobre
ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia".
Dicho esto,
caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.