sábado, 3 de noviembre de 2018

El que se humilla será enaltecido...

Qué fácil es dejarse llevar por esta sociedad que tanto valora la vanidad. Sin embargo, la vanidad no hace feliz al ser humano. Es pura apariencia. Pero la felicidad se encuentra en el interior. Así se lo muestra Jesús a los fariseos en el Evangelio. La apariencia conduce a primeros sitios que son importantes para los hombres, no para Dios. Dios acaba enalteciendo al humilde.
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Lucas 14, 1. 7-11
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te diga: Cédele el puesto a éste. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

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