Nos atamos con suma facilidad a
lo viejo, a lo acostumbrado, a lo que hemos hecho siempre. Hemos convertido la
vivencia de nuestra fe en el cumplimiento de ritos y la hemos alejado de la
enorme carga de creatividad y novedad que significa el evangelio. Beber de las
fuentes no es anclarse en el costumbrismo, es interiorizar el evangelio y darle
vida nueva en el siglo XXI.
Lc 5,33-39
En aquel tiempo, dijeron a Jesús
los fariseos y los letrados:
-Los discípulos de Juan ayunan a
menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio los tuyos, a comer y a
beber.
Jesús les contestó:
-¿Queréis que ayunen los amigos
del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven,
y entonces ayunarán.
Y añadió esta comparación:
-Nadie recorta una pieza de un
manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la
pieza no le pega al viejo.
Nadie echa vino nuevo en odres
viejos: porque revientan los odres, se derrama, y los odres se estropean.
A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere
del nuevo, pues dirá: «Está bueno el añejo».
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