San Vicente, Miércoles de la II Semana del Tiempo Ordinario
Hemos aprendido tanto del pasado
que nos hemos convertido en auténticos magos de las palabras. Los paisanos de
Jesús retorcían la norma hasta exprimirla haciendo pasar a todos por el aro, sin
atender a las necesidades más íntimas de las personas. Precisamente de los más
débiles, de los preferidos de Dios. No hacemos cosas muy distintas. Retorcemos
las palabras para que digan lo que queremos oír. Pero ¿qué hacemos con la
Palabra de Dios? ¿También la retorcemos?
Mc 3,1-6
En aquel tiempo, entró Jesús otra
vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban
al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía
la parálisis:
-«Levántate y ponte ahí en
medio.»
Y a ellos les preguntó:
-«¿Qué está permitido en sábado?,
¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»
Se quedaron callados. Echando en
torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre:
-«Extiende el brazo.»
Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los
herodianos el modo de acabar con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario