II Domingo del Tiempo Ordinario
El cordero simboliza al animal
con el que Abrahán y Dios sellan una alianza de lealtad. El mismo animal cuyo
sacrificio garantiza el pacto por la libertad al salir de Egipto. Jesús es el
cordero definitivo, la víctima del último y definitivo sacrificio.
Jn 1,29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a
Jesús que venía hacia él, exclamó:
–«Éste es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí
viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo."
Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado
a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo:
–«He contemplado al Espíritu que
bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me
envió a bautizar con agua me dijo:
"Aquél sobre quien veas
bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu
Santo."
Y yo lo he visto, y he dado
testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»
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