San Antonio, abad
Hagamos lo que hagamos siempre alguien interpelará nuestras
acciones. Es parte de la carga de la cruz que los creyentes debemos llevar.
Pero no es algo que ocurra exclusivamente a quienes creemos. Sin embargo,
nuestra referencia es el Señor. No hacemos lo que hacemos por nosotros, lo
hacemos por Dios. Lo hacemos como mediación. Otros darán gloria a Dios por
nuestras acciones, de ahí nuestra enorme responsabilidad de bautizados. ¡Ay de
quienes escandalicen!
Mc 2,1-12
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo
que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él
les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no
podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba
Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo
Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico:
-«Hijo, tus pecados quedan perdonados.»
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus
adentros:
-«Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar
pecados, fuera de Dios?»
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:
-«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al
paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate,
coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados ... »
Entonces le dijo al paralítico:
-«Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla -y vete a tu
casa. »
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la
vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
-«Nunca hemos visto una cosa igual.»
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