San Sebastián. Lunes de la II Semana del Tiempo Ordinario
Los seres humanos necesitamos
ritos, costumbres y hábitos que se repiten en el tiempo. Y con los años a esos
ritmos repetidos los llamamos tradiciones. Y de repente convertimos las “tradiciones”
en dogmas, verdades inamovibles aunque hayamos olvidado el sentido genuino, el
espíritu con que nacieron. Se nos olvida que lo importante es el porqué. ¡Qué
difícil nos resulta aceptar lo nuevo! ¡Qué difícil nos parece ver a Dios en lo
novedoso!
Mc 2,18-22
En aquel tiempo, los discípulos
de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a
Jesús:
-«Los discípulos de Juan y los
discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?»
Jesús les contestó:
-«¿Es que pueden ayunar los
amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio
con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel
día si que ayunarán. Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto
pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto
peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se
pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.»
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