Es
fácil que se nos olvide el significado de padecer lepra en el siglo I.
Directamente el enfermo era expulsado de la comunidad sin encontrar el alivio a
los dolores de la enfermedad, situación agravada por la soledad en la que el
enfermo tenía que sobrellevar su penosa situación. Aún así el leproso del
Evangelio reconoce en Jesús al Señor. Y confiado le pide que lo libre de la
lacra de la lepra. Y el Señor quiere. El Señor hoy sigue queriendo, pero
¿encuentra fe en quienes pedimos que nos cure?
Lc 5,12-16
Una
vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a
Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó:
-
Señor, si quieres puedes limpiarme.
Y
Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo:
-
Quiero, queda limpio.
Y
en seguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y
añadió:
-
Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés
para que les conste.
Se
hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de
sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar.
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