Sábado
de la IV Semana del Tiempo Ordinario
Si algo distingue a Jesús de otros aspirantes a dioses es
su enorme sensibilidad con las necesidades humanas. En no pocos episodios de su
vida se mostró tremendamente sensible al dolor, la soledad, el cansancio, la
injusticia y las dificultades por las que pasa el ser humano. Hoy seguimos
pasando por inmensos mares de dolor. Y de los creyentes y de la Iglesia se
espera que siga estando atenta y sensible a las necesidades de los hombres, al
dolor y la angustia humana que no deja que la felicidad se adueñe de los
destinos de los hombres.
Mc 6,30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con
Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
-«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un
poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban
tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas
fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar,
Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas
sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
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