San
Pablo Miki y compañeros mártires. Jueves de la IV Semana del Tiempo Ordinario
Bautizados y enviados. El Señor nos envía a una misión que
no es fácil, pero que encierra un tesoro escondido. Nada hace más feliz al ser
humano que el encuentro personal con el Señor y nuestra misión es la de mediar.
No es fácil. Unos aceptarán la propuesta y otros la rechazarán. Pero no nos
aceptan o rechazan a nosotros, porque somos portadores de un legado, no sus
propietarios. De ahí la enorme responsabilidad del mensajero.
Mc 6,7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando
de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que
llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni
dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de
repuesto. Y añadió:
-«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de
aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el
polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos
demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario