Santiago Apóstol. Sábado de la XVI Semana del
Tiempo Ordinario
Los puestos de arriba, los del reconocimiento son
entendidos entre los hombres como el triunfo al mérito del esfuerzo humano. Las
responsabilidades, sin embargo, son entendidas por Dios de una manera nueva,
son un servicio a los demás. Ese fue el papel de aquellos apóstoles que
entendieron que la misión encomendada por el Señor requería de dedicar la vida
entera a servir al Evangelio y a los hombres. El servicio en gratuidad a los
demás los hizo grandes, porque Dios los recompensó.
Mateo 20,
20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los
hijos de Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
¿«Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu
reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo
he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a
mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene
reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra
los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y
que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser
grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero
entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser
servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
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