Miércoles de la III Semana de Cuaresma
Tanto el desprecio de la ley, como su absolutización,
son dos extremos que acaban destruyendo al ser humano. Y así lo pone de
manifiesto el Evangelio de hoy. Cuando prescindes de la ley te abandonas al
capricho y acabas haciendo daño al prójimo y a la sociedad. Cuando conviertes
la norma en el único criterio acabas convirtiéndote en esclavo de la letra,
ahogando la libertad y el amor como criterios evangélicos.
Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los
profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la
tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos
importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el
reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino
de los cielos».
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