jueves, 4 de marzo de 2021

El problema no es la riqueza, es la ceguera...

San Casimiro

 Jueves de la II semana de Cuaresma

A veces no acabamos de ver toda la realidad que nos rodea. La obsesión por la acumulación de bienes materiales, la avaricia y el egoísmo no es un problema temporal. Afecta a todas las generaciones. Epulón, no representa a los ricos avariciosos contemporáneos de Jesús. En Epulón están todos. Pero el problema de Epulón no es su riqueza, no, es su ceguera. Porque rodeados de lo superfluo y el lujo te acabas olvidando de lo importante, de tu hermano, de tu prójimo. Del que demanda una justa distribución de los recursos, del que sufre la desigualdad, la injusticia, etc… Convertirse exige una profunda transformación… habrá que empezar a quitarse caparazones.


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Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.

Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que se murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:

"Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas".

Pero Abrahán le dijo:

"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consuelo, mientras que tú eres atormentado.

Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros".

Él dijo:

"Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio, de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento".

Abrahán le dice:

"Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen".

Pero él le dijo:

"No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán".

Abrahán le dijo:

"Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

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