Viernes de la V Semana de Cuaresma
Seguimos asistiendo a la negación del judaísmo oficial
a abrirse a la auténtica dimensión de la fe, vivir según los criterios de la
misma. Es curioso cómo las autoridades del judaísmo terminan viviendo de
espaldas a lo que proclaman y a gran parte del pueblo de Israel, que desde la
sencillez y la humildad viven en su interior y con profundidad aquello que
creen. Precisamente ahí si cala la Palabra de Dios. La ortodoxia, tan
presentada como garante de la verdad, resulta que si no va acompañada de la
vida profunda de fe y se centra solo en la letra de la norma, acaba
esclavizando el hombre y alejándose de Dios. ¡Qué prudentes deben ser los
líderes y pastores de nuestra iglesia! No sea que acabemos persiguiendo con
piedras a nuestro propio salvador.
Juan 10, 31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para
apedrear a Jesús.
Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi
Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una
blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo:
sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la
palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y
envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de
Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque
no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el
Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló
de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes
había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo
de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.
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